El
pasado domingo 19, tres magníficos panciatletas ( Pedro Huerta,
Antonio Marín y el que suscribe Enrique Giráldez) nos enfrentamos
una vez más a la madre de las carreras populares, la “maratón”,
y digo esto porque el
maratón es una prueba durísima, tanto física como mentalmente, de
más de 42 kilómetros. Concretamente 42.195 metros de sacrificio
que, si se hace con alguien al lado, se hace menos duro. "Lo
peor para un maratoniano es la soledad, pero en este tipo de pruebas
casi nunca uno va solo"
Mis
aliados en esta ocasión fueron Marín y Diego Martín Costa, un
antiguo panciatleta, entre los tres nos dimos animos y nos turnábamos
a la hora de los avituallamientos.
Y
para no aburrir mucho con la crónica... Del kilómetro 2 al 10
corrimos hasta alcanzar en tiempos el ritmo que teníamos programado
para una marca de tres horas y cuarto, ya que en la salida al ser
desde el interior del estadio Olímpico se pierde bastante tiempo.
Una
vez alcanzado nuestro primer objetivo, rodar a una media de 4:37 el
kilómetro, venía lo difícil, que no es más que mantener ese ritmo
durante 32 kilómetros más.
Fuimos prácticamente toda la carrera adelantando corredores. A partir del kilómetro 30 entramos en lo que popularmente se conoce como “el tío del mazo” o el “muro”, ya que muchos sufrimos las consecuencias de llevar cerca de tres horas sin parar de correr. Empezaban a verse los primeros corredores andando, y otros a los que el muro había dejado muy tocados. Pero nosotros seguíamos a lo nuestro, corríamos cómodos, se nos pasaban los kilómetros volando y parecía que esto no iba a cambiar...
Pero cambió... En el 36 y el 37 el calor ya empezaba a notarse. Y supongo que fue en ese punto cuando se produjo en mi organismo eso que los americanos llaman glycogen deplection. Vamos, que las reservas de glucógeno de mi cuerpo ya se habían consumido, y en ese momento había que tirar de grasas, de metabolismo mucho más lento... Noté el bajón y corrí a 4:52 el 36 y el 37. Pero seguía adelantando corredores, por contra Diego se quedó atrás y tan sólo quedamos Marín y yo, la subida de temperatura nos hizo mucho daño a todos. Pero ya estábamos llegando, tocaba resistir, sufrir, apretar los dientes, a esas alturas ya sabía que iba a hacer marca, pero quería intentar mantener al ritmo hasta el final, pues además de hacer marca, esto se trata de aprender a correr bien...
El 38 y 39 van costando más, pero aguanto a 4:56 y 5:00... Ya no hay The Flow... El tío del mazo ha ido dando a diestro y siniestro, y ahora se ha acordado de mí. Como ya es la segunda vez que me topo con él, me lo conozco y le voy aguantando aunque el tío va dando cada vez más fuerte. A mi alrededor, cada vez más corredores parados, andando o con tirones... , es lo más duro que se ve en la maratón. Pero hay que seguir...